30.10.07

Nietzcheana

Acaba de empezar mí última soledad.

23.6.06

Más sobre el conflicto magisterial oaxaqueño

Una vez más, el país entero volteó la mirada a este rincón del sureste gracias a las ocurrencias de sus gobernantes. Hace dos años fue la etílica ocurrencia de José Murat de montar un auto-atentado; ahora Ulises Ruiz y su torpe operativo policial.

Dos días después del sangriento desalojo fallido del centro histórico, los maestros oaxaqueños convocaron a una marcha en repudio al gobernador. Cientos de miles marcharon por las calles resistiendo una pertinaz lluvia que por una hora se convirtió en una tormenta despiadada. La consigna era una: la renuncia de Ulises Ruiz. Miles de ciudadanos no afiliados a organizaciones de ningún tipo acompañaron esta marcha que en número rebasó, por mucho, a los maestros. En buena medida fue una respuesta a los actos policiales del miércoles anterior que sólo algunos aplaudieron incluso quienes rechazan la forma y el fondo de la protesta magisterial repudiaron la cobarde y torpe decisión de desalojar con lujo de violencia una manifestación pacífica (en ese momento dormían) donde había hombres, mujeres, ancianos y niños.

Ocultando la mano luego de haber lanzado la piedra, la caricatura de gobernador que es Ulises Ruiz convocó a una marcha “por la paz y el diálogo”. El caradurismo del priísmo es infinito. La filopriísta confederación nacional campesina, la CNC, había anunciado una marcha para recuperar el centro histórico (una abierta declaración de guerra). Para la marcha por la paz el gobierno estuvo reclutando porros en los municipios priístas ofreciendo hasta 700 pesos por acudir a la marcha y provocar dos o tres conflictos. Al mismo tiempo, convocaba a familias enteras a acudir a la marcha por la paz. El objetivo era muy claro, culpar a los maestros de la violencia contra toda la sociedad. Para alimentar la presencia, se obligó a todos los trabajadores del gobierno estatal y de gobiernos municipales afines a asistir, de lo contrario, las amenazas iban desde el descuento del día hasta el despido. También se acarrearon simpatizantes de todos los rincones del estado.

La estrategia del magisterio fue muy sensata: bloquear los accesos al plantón y proteger a la gente de las posibles agresiones. Se parapetaron detrás de barricadas, colocaron autobuses en las bocacalles y advertían a la ciudadanía que por su bien era mejor que se alejaran. En los accesos bloqueados estaban los más combativos, con los rostros cubiertos, armados con palos, algunos toletes policiales incautados la semana anterior, piedras, pero también con altavoces. Se repetía la advertencia de no caer en provocaciones, de evitar en lo posible la confrontación.

La marcha se llevó a cabo sin pena ni gloria, restando a la burocracia obligada y al pueblo acarreado a cambio de un refresco gúgar y una torta, un número de ciudadanos libres de ideas, pero llenos de prejuicios caminaban por las calles reclamando su derecho a pasear por el zócalo. Llevaban camisetas, globos y banderitas mandadas hacer especialmente para la ocasión. Desde el aire, un helicóptero con la matrícula oculta seguía la marcha, también sobrevolaba en círculos el plantón. Según reportes, el propio gobernador desde las alturas supervisaba los acontecimientos.

Cerca del zócalo, algunos ciudadanos paseaban con mantas de apoyo al magisterio y en rechazo al gobierno. Periodistas, fotógrafos, vidoaficionados y curiosos estábamos a la espera. La televisión local se acercó a recoger el testimonio de los maestros. Las conversaciones vía celular no reportaban sucesos dignos de notas amarillas o rojas.

Una vez terminada la marcha, los participantes caminaban dispersos por las calles. Al pasar frente a los límites del plantón les era recriminado haber vendido su conciencia por 500 pesos y una torta. Muchos respondían, otros aceptaban tácitamente con un gesto apenado.

En las ventanas y las azoteas los rostros, preocupados al inicio, se retiraban entre la decepción de un morbo insatisfecho y el alivio de ver que todo al final fue pacífico.


















15.6.06

represión y caos


La primera noticia que tuve fue por teléfono, me llamó la directora de la escuela. “La policía está desalojando a los maestros, hay helicópteros disparando y lanzando gases lacrimógenos, ya avisamos a los alumnos que hoy no va a haber clases, no salgas de tu casa, la cosa está muy fea…”

Semejante escopetazo antes del riguroso expreso doble no es de fácil digestión. Me tomó unos minutos reaccionar.

Al salir, dos expresos más tarde, lo peor había pasado pero la tensión en las calles era casi paralizante. La prensa en general no había tratado generosamente a los maestros y andar por la calle con una cámara resultó ser algo riesgoso al principio. Entre la confusión y la paranoia, el ser retratado luego de una refriega suele generar desconfianza. Caminaba en zigzag hacia el zócalo desde mi casa que está unas cuadras al noroeste. Cerca del ex-convento de Santo Domingo pude ver cómo un helicóptero sobrevolaba la zona a una altura relativamente considerable.

Llegando al jardín Labastida me encontré con tres compañeros del trabajo que no fueron avisados de la situación o que igualmente decidieron pasar por alto la advertencia. Me sentí algo aliviado; la tensión es contagiosa pero es menos si se comparte, descubrí. En ese momento el helicóptero había bajado muy cerca del nivel del piso, exactamente sobre el zócalo, el corazón del plantón magisterial. El desalojo fallido comenzó poco antes de las cinco de la mañana, tres horas más tarde el zócalo ya había sido recuperado, pero la policía, que al final no pudo completar la tarea, lanzaba lacrimógenas patadas de ahogado..

El mismo artefacto voló un poco más al norte y lanzó varios cartuchos de gas cerca de donde estábamos. Muchos cayeron dentro de las casas y comercios, otros cayeron en la calle. La gente corría y la tensión hacía erupción colectiva. Los últimos acercamientos fueron sólo intimidatorios

Y así se mantuvieron los vuelos rasantes por una hora o un poco más.

Las versiones corrían cada vez más insistentemente: dos maestras y un niño habían muerto en la intentona represiva. Otro compañero había perdido un ojo a causa de los golpes policiales (más tarde los maestros lo reportaban muerto). Una mujer embarazada sufrió un aborto. Oficialmente aún no se reconocen las bajas.

Algunos maestros en autos y motonetas distribuían coca-cola y agua para menguar los efectos del gas que, incluso horas después de haber sido lanzado, producía efectos sobre ojos y vías respiratorias. Otros llegaban con comida. Otros más intentaban reorganizarse. “Busquen a su sección… Vamos al zócalo, ya lo recuperamos”

Escuché diferentes versiones sobre el número de policías capturados como rehenes. Pude ver a uno que mantuvieron cautivo en la iglesia de La Sangre de Cristo pero me impidieron fotografiar. El gobierno hablaba de varios policías heridos únicamente. Esta vez, como siempre, la sangre fue puesta por el pueblo sin uniformes; el pueblo uniformado, sin embargo, no tuvo un día de campo. Cual trofeos, los maestros portaban cascos, escudos, toletes. Restos del equipo policial quedaron dispersos por la calle o sirvieron para reconstruir el campamento que la propia policía destruyó y quemó.

La calma se restableció paulatinamente. La cotidianidad doméstica que adquiere la calle año tras año en el plantón magisterial fue brutalmente interrumpida. Esta vez la retirada no fue planeada luego de las negociaciones entre líderes. Esta vez las cocinas improvisadas no fueron cuidadosamente desarmadas y los alimentos reempacados. Ahí quedaron utensilios, alimentos, propaganda, plásticos, jirones de tiendas de campaña. El hogar temporal debió ser abandonado.

El bullicio habitual y el inverosímil tráfico para una ciudad tan pequeña nunca llegaron. Montones de escombros y algunos transeúntes eran la única decoración de las calles aledañas al zócalo. En la plaza y sus alrededores inmediatos se concentraba la actividad. Entre los escombros caminábamos algunos, incrédulos, hablábamos con los maestros. Unos tomábamos fotografías, otros videogrababan. Mientras tanto, otro helicóptero sobrevolaba, siempre desde muy arriba.

Algunos habíamos despertado en la comodidad del hogar, otros fueron despertados a palos, puntapiés o disparos. El sentimiento era uno solo y el destinatario el mismo: Ulises Ruiz, ese remedo de gobernador que al parecer se empeñó en hacer parecer a José Murat un gran estadista por contraste.

La tarde encontró a los maestros cansados, contundidos, confundidos. Las versiones sobre la llegada inminente de la PFP producían sentimientos encontrados. Veintitantos días de plantón, de dormir en el piso, de estar lejos de casa, de soportar las inclemencias del tiempo no son precisamente vigorizantes. Sin embargo se preparaba la resistencia con piedras, tubos, palos. Al final se decidió abandonar las calles y tomar refugio en los planteles de la ciudad. Una vez más el uso de la fuerza triunfa sobre el uso de la razón.




















13.6.06

qué bellas son las campañas

Mire con atención la fotografía que aparece sobre estas líneas y dígame si no le parece una bellísima composición. Yo sé que la toma en nada hace honor al acto fotográfico como lo describía Philippe Dubois, pero semejante paisaje urbano es por sí mismo una maravilla.

¡Espere! No se vaya. No me declare clínicamente loco sin permitirme una explicación. Sé que le parece descabellado, pero a veces la gracia se oculta un poco; cuando nos tomamos el tiempo de buscarla, su hallazgo es por demás gozoso.

En esencia estoy de acuerdo con todos los que opinan que además de generar toneladas de basura (la mayoría plásticos no reciclables), la propaganda política es visualmente contaminante. Es más, resulta ofensiva. Y encima de todo es inefectiva; en esta vorágine de imágenes es difícil recordar algún nombre o rostro y más aún encontrar una razón para sufragar en favor de alguna de estas personas.

Pero miremos con más atención. Abajo encontrará un acercamiento a la fotografía original que muestra un detalle difícil de detectar a la distancia.

Dígame si no es esto una verdadera joya. Un tipo llamado José Alfredo Jiménez, qué más da si es o no pariente del compositor, parafraseando la canción El Rey: "Tu palabra es la ley". Si no fuera porque tengo mínimas convicciones políticas, y si fuera yo un poquito cínico, votaría por un tipo tan hueco pero tan jocoso.

Nada nos han enseñado los años, siempre caemos en los mismos errores, otra vez a votar por extraños... Se me acabó la fuerza de la vía izquierda, voy a dejarte el mundo para ti solita... Vaya, el auténtico José Alfredo en inusitado papel de profeta e ideólogo político (Fukuyama no podría estar más de acuerdo con la última frase) rescatado por un homónimo destinado a llorar su derrota (hace ya un buen rato que el PRI en el DF tiene tanta fuerza como el PRD en Nuevo León).

No es una novedad que la propaganda política carezca de ideas, de propuestas o de un mínimo gusto. Sin embargo, estas caras inocuas y las frases insulsas que las acompañan dicen mucho más de lo que parece. Es falso que la propaganda política oculte la verdad, para comprobarlo, sólo mire la siguiente fotografía. ¿Le dice algo? Probablemente nada, a primera vista, pero analicemos.

Al tipo que aparece del lado izquierdo deberá reconocerlo enseguida a pesar del doblez en la manta. Se trata, probablemente, del político con mayor exposición mediática de los últimos 5 años --tal vez por encima del propio Fox-.

A su derecha, eso que parece ser una de las carpas evacuadas del Lago de Chapultepec luego de ser arrollada por un buldózer, es un candidato del PRD. Su nombre, como lo indica la manta, es Elí Evangelista y pretende ser diputado. "Cumplir es nuestra fuerza" reza su lema. Aun si usted no vive en el DF sabe bien que ese lema no es de la carpa estrábica, es del peje.

Esta manta retrata al candidato a la perfección: sin ideas, sin liderazgo y montado sobre un proyecto del que él no es meritorio.

¿Qué propone? ¡Ni si quiera un lema original o gracioso!

Pero habiéndose tomado esa foto juntos podemos suponer que el peje y la carpa son uno mismo y que ambos son bien cumplidores.

Faslo. Si el candidato a diputado tuviera trayectoria, arraigo, legitimidad y fuera tan cumplidor como dice, no necesitaría aparecer junto al peje para que la gente votara por él. El problema es que, además de carcer de aquellas cualidades, la foto es un montaje barato; es tan falsa como lo cumplidor del candidato.

¡Pruebas! ¡Que presente las pruebas!


Con gusto.

La fotografía del peje fue obtenida de la página web de la campaña del tabasqueño, tal parece que estaba disponible para que todos aquéllos que quisieran tomarse la foto con el peje no tuvieran que comprometerlo con un retrato auténtico. Hasta un principiante del Photoshop puede aparecer junto al peje y aprovechar para enviarle al señor Evangelista un cordial saludo --ojo, el peje está de acuerdo conmigo, mire cómo se ríe-.


12.6.06

para manos limpias, las de pilatos

a una semana del debate y luego de la balompédica euforia generada por el triunfo sobre el conjunto nacional iraní, seguramente a pocos les interesará la carrera presidencial y menos aún sus excrecencias. pero yo no quiero quedar fuera de la estridencia y me sumo a la disonante sinfonía de opiniones sesudas (autocomplacencia incluida).
se ha centrado el debate alrededor de las acusaciones de tráfico de influencias de calderón en favor de su cuñado --puñaladas arteras, dicen algunos; guerra sucia, complot, dirían otros si no fueran marcas registradas por el peje & co.
tal discusión es baladí.
jugando al ingenuo: tal vez calderón jamás recomendó, mencionó, ayudó, etc. a su cuñado. ah, pero el cuñado bien pudo usar su charola familiar. tal vez su cuñado nunca mencionó el parentesco. ah, pero los funcionarios que otorgaron los contratos sí lo sabían y no querían quedar mal. tal vez ningún funcionario de dependencia alguna prefirió las compañías de zavala por ser éste quien es sino por las ventajas que ofrecía frente a la competencia. ah, pero sigue siendo ilegal otorgar contratos a familiares hasta en cuarto grado... etc... eso de recitar la ley se lo dejo claudia shamebound (auto-sic). el punto es que la ilegalidad de los contratos no necesariamente prueba el tráfico de influencias. ahora, dejemos de jugar al ingenuo y acusemos sin pruebas: sí, claro que hubo tráfico de influencias, ¿o en qué país suponen que vivimos los que lo niegan? (total, para actos de fe los panistas se pintan solos, si no, recordemos la patética súplica de fe respecto a las cuentas de vamos méxico que hizo la señora de elizondo, esposa del ex-secretario de energía, en entrevista con loret de mola.)
pero el tráfico de influencias no es el fondo del asunto. el peje jamás hizo esa acusación. en todo caso, con el rigor lingüístico que la ley exige, sólo estableció una línea de tiempo al informar en qué periodo creció más la empresa del cuñado. y si bien la coincidencia en tiempos no puede más que sugerir tráfico de influencias, tampoco hay una acusación directa. lo que sí dijo el peje es que el cuñado incómodo no pagó impuestos. no al menos si ganó lo que en su página web la empresa presume. entonces, o le miente al público y a sus clientes o le miente al fisco. hacienda, por su parte, ya avaló la veracidad de la información fiscal.
la defensa que de sus intereses hacen calderón y su equipo no termina por limpiar culpas: él jamás ha dicho que su cuñado no haya evadido impuestos, sólo que él no le dio ningún contrato. su equipo exige la presentación de contratos firmados por calderón --como si él firmara los contratos de pemex, cfe, etc. el cuñado demanda al peje por daño moral, que puede ser inflingido por decir una verdad, pero no demanda por calumnias...
calderón se hunde cada día más en la basura, ésa que generan él y su equipo cuando les da por tratar de pensar. pero mírenlo, se ve que le encanta.